Hola, bueno ya estoy aquí de nuevo para daros la lata con otro capítulo de La Vida de Madge, bueno hace unos días acabó la encuesta "¿Quieres que envíe a Madge y a Gale a los Juegos?" Y los resultados han sido:
-3 votos : Si
-1 votos : No
Por lo que si, enviaré a Madge y a Gale a los Juegos. Gracias por votar.
Respecto a este capítulo, lo he hecho más largo porque no podré volver a publicar hasta el 10 de febrero, sorry.
*Capítulo 3
-¡Madge Undersee!- gritó Effie con un tono de voz que inspiraba
reconocimiento. Por supuesto que me conocía, siempre venía el día de antes de
la cosecha y se quedaba en mi casa, la verdad es que era agradable cuando
quería, pero como bien he dicho, cuando quería. Rápidamente las chicas que había
a mí alrededor me abrieron paso y pasito a pasito subí al escenario, pude ver
la cara contrariada de mi padre, no sé cómo se lo explicaría a mamá, pero
estaba claro que iba a ser duro.
-¡Es el turno de los chicos!- Me ponía muy nerviosa cuando decía las
cosas con esa voz, tan tremendamente odiosa. Repitió el proceso acercándose a la
urna, en esos instantes podría haberse oído el sonido de un pequeño alfiler
caer, bueno tal vez no, pero eso fue debido al incesante taconeo de Effie.
Igual que antes se acercó al micrófono y con voz alta y clara pronunció el
nombre -¡Vick Hawthorne!- esos pocos
segundos bastaron para que mi corazón se contrariara, no podía, simplemente no
podía enfrentarme a él, ¡era un crío!, los pasos que el pequeño Vick daba eran
inseguros pero firmes, como si no le asustase, pero yo sabía que por dentro se
estaba muriendo de miedo, incluso yo estaba asustada, tenía trece años, dos
menos que yo, y por si fuera poco, sería capaz de jurar que era más alto él que
yo.
Busqué a Gale entre la zona de
los chicos de diecisiete años, cuando lo encontré pude percibir que estaba
igual de petrificado que yo, bueno, a decir verdad lo mío con lo se él
posiblemente no tenía ni punto de comparación, vi como le daba una especie de
espasmo y acto seguido salía corriendo a apartar a los agentes de la paz de su
hermano mientras gritaba -¡Me presento
voluntario!- dirigí mi mirada y divertida, observé cómo se le abría la
boca, y empezaba a tartamudear algo inaudible, pero por desgracia, poco después
miró a mi padre –Vaya, el primer
voluntario del distrito 12- soltó una risita ¿nerviosa?-Pero hay un protocolo que debemos seguir,
primero se saca el nom…- fue interrumpida bruscamente por mi padre- ¿Qué más da?, déjale que suba y punto.-
Me sentí horrible, un nudo se me formó en la garganta y me entraron ganas de
llorar, posiblemente no volvería a verle en la vida.
-¡Bien! Ahora que ya tenemos a los tributos, daos la mano, venga no
seáis tímidos- nos dijo Effie como si fuésemos niños pequeños, a pesar de que
posiblemente fuésemos bastante más inteligentes que aquella mujer de pelo rosa.
Gale tendió su mano y yo la agarré, evité su mirada, esto no me podía estar
pasando, no podía ir con él a Los Juegos, era algo que simplemente no podía
soportar.
Nos dirigimos al Edificio de
Justicia, ese edificio destartalado en el que cada año dos personas se
despedían de sus seres queridos para luego normalmente no volver, el Distrito
12 solo ha tenido un ganador, Haymitch Abernathy, el primer y único ganador del
Distrito 12. Todos los años sentía pena por los dos jóvenes que eran enviados a
un sitio tan horrible como lo es la Arena, pero ese año no, simplemente no
podía sentir lástima de mi misma, y tampoco de Gale, porque no podía empezar
así, tenía que hacerme a la puñetera idea de que iba a ser tributo, un maldito
tributo, para que el jodido Capitolio se divirtiese.
Se abrió la puerta de la
habitación en la que estaba, no era muy grande, pero tenía un pequeño sofá de
una especie de terciopelo blanco, ennegrecido por el polvillo del carbón y los
años, había una mesita de madera, bueno, creo que era madera, pero como casi
todo lo demás en la sala estaba medio rota. Fue mi padre el que pasó por esa
puerta, aunque para mi sorpresa iba con mi madre, los dos tenían aspecto de
haber estado llorando, no podía soportarlo, no podía ver a mis padres así, era
una imagen devastadora, y por primera vez en ese extraño día, lloré, lloré como
me había prometido a mi misma que no lloraría, pero a veces las promesas se
rompen. Así pasaron los minutos que mis padres estuvieron conmigo, abrazados
entre nosotros y llorando.
Cuando el agente de la paz
entró a llevarse a mis padres pensé que no entraría nadie más, pero poco
después la puerta volvió a abrirse, dejando pasar a Katniss Everdeen, aquella
chica que esa misma mañana había estado en la puerta de mi casa vendiéndome
fresas. –Hola Madge- por su expresión
supuse que ya había visitado a Gale, vi que me miraba con cara de pena, otra
más que me miraba así, tenía bien asumido que no iba a volver, pero no hacía
falta que me lo recordase con esa expresión,-Hola Katniss- tenía la voz rota y casi inaudible, era apenas un
susurro, -Suerte- eso fue lo último
que me dijo antes de marcharse por la puerta, mientras Katniss salía Peeta
entraba, me levanté de un salto y le abracé, era el hijo del panadero, nuestro
padres era amigos, y nosotros nos conocíamos desde que éramos enanos, esas
tardes en mi jardín jugando a averiguar la forma de las nubes habían formado
una gran amistad.- Peeta, tengo miedo-
le confesé mientras le llenaba la camisa de lágrimas, él sería la única persona
a parte de mis padres que tal vez lloraría mi muerte, siempre me había
protegido.
Una vez un animal parecido a
un perro pero con los colmillos un poco más grandes se coló en el Distrito 12,
Peeta y yo estábamos en la pradera cuando apareció, él cogió un palo que había
por ahí cerca y no preguntes cómo pero consiguió calmar a ese bicho rabioso
mientras lo guiaba hacia la alambrada, siempre he pensado que tiene un don para
los animales.
-Madge, escúchame- esta vez era él el que tenía la voz rota- prométeme que volverás, que lo intentarás-
vi que en sus palabras se reflejaba el dolor, era como el hermano que nunca
tuve, y nunca tendré –Pero Peeta, yo…-
mis palabras fueron interrumpidas por esa voz que tan bien conocía- Por favor- no pude negarme, no pude
decirle que lo que me estaba pidiendo era Misión Imposible.- Lo intentaré, te prometo que lo intentaré,
pero no puedo prometerte que volveré- después de estas palabras un agente
de la paz se llevó a mi mejor amigo casi a rastras, me limpié los ojos, aunque
estaba claro que estarían rojos por el llanto.
Nos escoltaron hasta un coche
que nos condujo hasta el tren, era enorme por fuera, pero no era nada comparado
con lo que era por dentro, Effie parecía muy contenta por estar aquí, normal,
ella estaba acostumbrada a todo este lujo, y supongo que pensaba que a nosotros
simplemente nos encantaba, pues bien, personalmente me daba asco, era demasiado…
cargado, había muchos muebles y sillones, sin duda se me abrió la boca al verlo
todo, una de esas mesas podría alimentar a dos familias durante mucho tiempo, -Si os gusta esto, esperad a llegar al
Capitolio- nos dijo Effie mientras salía por la puerta. –Si, claro, me gusta tanto- dije sarcásticamente
exagerando el tanto, noté unos ojos sobre mi y al girarme noté como Gale me
miraba con una sonrisa burlona en la cara.